Pedro Echeverría V.
1. Realizadas las elecciones internas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) el pasado domingo 16, como casi nadie previó ni esperaba, las confrontaciones entre los seguidores de Alejandro Encinas, por un lado y los de Jesús Ortega, por otro, tienden a agravarse cada vez más. Los resultados comiciales demuestran que ese partido está dividido en dos fuerzas casi iguales y lo que parece obvio es que se firme un acuerdo para que el nuevo comité ejecutivo y las demás representaciones, incluidas las de la CND encabezada por López Obrador, se integren proporcionalmente. La bronca que está en puerta son las nuevas candidaturas para las próximas elecciones que, sin duda deben buscar balancear las fuerzas. Pero uno de los acuerdos básicos debería ser el trabajo político de base comprometido con el movimiento social, al mismo tiempo en la lucha teórica e ideológica debe profundizarse para reencauzar al PRD hacia un mayor compromiso con la población.
2. La clase dominante aplaudiría a rabiar si el PRD se dividiera, tal como goza cuando este partido comete graves errores y confrontaciones como durante esta semana. Si se escindiera esta organización dejaría de representar una amenaza para los intereses inmediatos de los privilegiados. Aunque el PRD, como partido socialdemócrata no representa amenaza alguna contra el sistema capitalista de explotación, sí lo es cuando (aunque limitadamente) cumple su papel de apoyo en las luchas sociales, cuando denuncia las injusticias que ha vivido la clase trabajadora o cuando apoya las movilizaciones de López Obrador. Por ese motivo mientras la población pobre y explotada no cuente con un instrumento más adecuado para desarrollar sus luchas contra los poderosos, deberá encontrar la forma de aprovechar al PRD y otras organizaciones de izquierda para lograr de ellas apoyos y solidaridad en sus luchas.
3. A pesar de ser un partido socialdemócrata y electorero, el PRD no es cualquier cosa. Aunque su presencia en el poder legislativo y en las gubernaturas de cinco estados, influyen poco (porque actúan subordinados por la política nacional en manos del PAN y el PRI) constituye el PRD una fuerza de presión que ayuda a que la dictadura de los poderosos empresarios y políticos no se imponga con mucha más brutalidad. A pesar que en este proceso electoral interno ha demostrado que el PRD posee los vicios corruptos y tramposos de los partidos de derecha (PAN y PRI) y que esas actuaciones demuestran que no tiene remedio, que son más de lo mismo, no debería llevarnos a pensar que hay que tirarlo por la borda para construir otro partido nuevecito, puro y sin mancha. Los monopolios de la información, al servicio de los empresarios y la derecha, han agrandado los conflictos para calumniar más al PRD y desprestigiarlo ante la opinión pública.
4. Debe ser claro que el PRD aún, todavía, no está exactamente al mismo nivel de corrupción y entreguismo de los partidos burgueses (PAN, PRI) Aunque muchos de sus principales dirigentes llegaron del PRI porque este partido les cerró las puertas en sus aspiraciones a cargos, otros más ingresaron porque tenían un proyecto ideológico “nacionalista” y “cardenista” muy parecido con el de los viejos grupos de izquierda, quedan algunas esperanzas de que nuevas coyunturas políticas, aún imprevistas, hagan cambiar las cosas en beneficio de los trabajadores y el PRD pudiera ayudar en esas circunstancias. ¿Acaso, podríamos decir que otras fuerzas de izquierda como el Diálogo Nacional, los zapatistas del EZLN, la APPO que encabeza las luchas de Oaxaca, la CNTE o el sindicato minero deben desaparecer por tener diferencias políticas con ellos? Nuestra obligación como parte de la izquierda debe ser contribuir al fortalecimiento de las luchas sociales en general.
5. A pesar de que en los partidos, organizaciones, movimientos de izquierda (como es inconcebible) hayan dirigentes muy autoritarios, oportunistas y caudillistas, hay que dar la lucha interna para derrotarlos con el objetivo de construir organizaciones abiertas, antijerárquicas, con direcciones colectivas y rotativas. El problema es que el capitalismo posee un estructura jerárquica que le impone a todas las organizaciones formas verticales de mando y obediencia. Y los dirigentes “de izquierda” se acomodan a esa “realidad impuesta” en todas las instituciones, incluso en las universitarias y académicas (donde se supone que no deberían existir) Es indiscutiblemente más difícil gobernar o dirigir impulsando la participación horizontal e igualitaria de los integrantes de una organización o de las masas; es más sencillo que una persona o un pequeño grupo dicte desde arriba lo que hay qué hacer. Pero parece ser que la horizontalidad es el único camino del autogobierno.
6. Quizá por primera vez deban tener igual peso la presidencia y la secretaría general del PRD; que las coordinaciones legislativas y las gubernaturas posean poderes balanceados y que la CND también abra sus puertas de dirección a los grupos seguidores de Ortega. Todo esto será necesario mientras el trabajo político de base y las reflexiones teóricas sobre un nuevo proyecto político se intensifican. Aunque de manera inmediata el PRD no cambie, por lo menos se instrumenta una tregua que permita seguir analizando y discutiendo hasta que las cosas se vean más claras. Si se continúa con el linchamiento que ha empezado a agudizarse, sobre todo con la ampliación que están haciendo los medios electrónicos y no se unifican fuerzas para ponerles un alto a esos medios bien subsidiados por el presidente ilegítimo y los empresarios, el PRD perderá mucho en las próximas elecciones, así como fuerza para defender el petróleo y demás.
7. Un acuerdo inmediato, buscando aunque fuera una unidad “pegada con alfileres”, es esencial. A los seguidores de Encinas y de Ortega les hubiera gustado ganar de todas todas, para imponer sus posiciones políticas; pero la realidad demuestra que el PRD está dividido en partes iguales. Muchos esperábamos que el PRD se comprometiera con el movimiento social y que no sólo estuviera pensando en cargos públicos y en conquista de votos. Pero hay que esperar un poco más esperanzados en que el lópezobradorismo se radicalice y ayude a hacer crecer el movimiento de masas. Por ahora la tarea más importante es frenar la privatización organizando, coordinando y solidarizándose con las actividades programadas por la CND: mítines, marchas, bloqueos y huelgas. Si el PAN y el PRI aprueban la privatización habría que pensar en cómo paralizar al país, pero para eso es necesario que López Obrador y el PRD se decidan a confrontar al poder.
pedroe@cablered.net.mx
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