René Drucker Colín
La ciencia no tiene quién la defienda
La actividad científica de este país siempre ha tenido que trabajarcon escasos recursos. Ni el Ejecutivo ni la Cámara de Diputados hantenido hacia la ciencia algún interés real. De hecho, esto se puedecomprobar fácilmente echándole un ojito al histórico del porcentajedel PIB que se destina a este rubro, digamos desde 1980 (o sea, uncuarto de siglo), y veremos que ha estado fluctuando entre 0.3 y 0.4.En otras palabras, mientras en otros países la inversión en ciencia ytecnología fluctúa entre 1.0 y 4.0 por ciento del PIB (véase Suecia,Estados Unidos, Francia, Alemania, España, Corea, Japón, etcétera),México se aferra a mantener la inversión sin grandes cambiospresupuestales y, más bien, dándonos el cambio que sobra en elpresupuesto. Un dato sobre el efecto que esto tiene es que en Méxicohay un científico por cada 8 mil 660 habitantes aproximadamente. EnEstados Unidos hay un científico por cada 237 habitantes, en Franciaun científico por cada 184 habitantes, y en Brasil un científico porcada 2 mil 237 habitantes. Por cierto, Brasil ya invierte casi uno porciento de su PIB en ciencia y gradúa con doctorado a cerca de 10 milestudiantes al año, mientras que nosotros graduamos poco más o menosmil 500.Todo el sexenio pasado estuvo lleno de desatinos en el Conacyt y elpresupuesto fue cada año menor, al grado que al 15 de enero de este2007 no se ha entregado un solo centavo a los proyectos aprobados dela convocatoria de ciencias básicas de lea bien 2005. Losinvestigadores jóvenes y los no tan jóvenes están empezando a sentircada vez más el rigor de la falta total de recursos para hacerciencia, esto desde luego repercutirá en su productividad y comoconsecuencia el día que sean evaluados se verán severamente afectadosy a la larga esto tendrá un efecto en sus sueldos. Los que puedan, yserán muchos, procurarán irse del país, para así engrosar la yanumerosa fila de mexicanos bien preparados que están en el extranjeroy que no han podido (aunque sí querido) obtener un sitio dondetrabajar en México.Creo que sólo la UNAM ha logrado incorporar alrededor de 50 a 60plazas de investigador por año, en los últimos seis-siete años,gracias al esfuerzo del actual rector, quien ha priorizado lainvestigación dentro de sus esfuerzos por fortalecer a la universidad.Dentro de este triste panorama nacional, los diputados, siemprelampiños de ideas y cortos de visión (salvo la personal o de grupo),tuvieron a bien no aceptar reducir gastos asignados a sus partidospara dar ese dinero a la ciencia. Está claro que otorgarle más dineroa la única actividad que puede contribuir eficazmente al desarrolloeconómico y social del país es mucho menos importante que despilfarrarel dinero de los contribuyentes en las generalmente inútilesactividades de los partidos políticos.Dentro de este escenario es sorprendente ver que prácticamente hay unaausencia total de voces que defiendan enérgicamente a la ciencia. Sino fuera por el rector de la UNAM y dos que tres voces por ahí, laciencia no tiene quién la defienda. Ni la Academia Mexicana deCiencias ni las Sociedades Científicas ni los científicos más notableshan tenido a bien manifestar su desacuerdo con las pésimas condicionespor las cuales atraviesa la ciencia mexicana. No sé si esto es unaestrategia en el sentido de que se piense que se valorará el silenciopositivamente y en automático elevarán pronto los recursos como ungesto de agradecimiento, o si ya se piensa que estamos en la lona y nipara qué levantarnos, al fin que nadie nos entiende.A la clase política, sobre todo la que está ahora en el poder, no leinteresa la ciencia, pero a la clase política que está en el otro ladodel espejo, tampoco. Ni a la derecha ni a la izquierda les interesa laciencia y la tecnología. ¿Será que no le entienden? Les recomiendo unamiradita para ese lado, a lo mejor se ilustran y hasta podrán serpolíticos más eficaces; chance y esto último sí les interese.
Publicado en la Jornada (18/01/2007) .
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